Wednesday, October 30, 2013

12 Noches de Halloween #11 La abuela

¡Hola, hola!

Este es mi relato para Adictos a la escritura de octubre, estoy muy contenta de que el grupo haya vuelto a la acción porque me hace escribir aunque sea un poco todos los meses, incluso cuando creo que no tengo tiempo para hacerlo. También, porque soy tan insegura y auto critica escribiendo que realmente disfruto tener una excusa para animarme a dejarles leer lo que escribo.

Este mes tocó el terror.

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De chica amaba los relatos de miedo, leerlos y escribirlos, pero después descubrí que me sentía mucho más cómoda escribiendo historias realistas y, yendo al otro extremo, que el fantasy era mi elemento. Así, entre dramas del mundo real y aventuras en mundos fantásticos, el pobre terror quedó recluido. Cada tanto me llegaba alguna idea, pero siempre moría en un cajón. Por esa razón, realmente creí que no iba a salir nada en este ejercicio. Pero me equivoqué y con ayuda de viejas anotaciones que descansaban (en paz) en algún cuaderno olvidado, cuando quise acordar tenía tres relatos peleándose por ser publicado acá hoy.

Me dejo de bla, blas y, sin más desvaríos de chica loca, el relato del mes:

LA ABUELA

Mary estaba parada delante de su tumba. ¡Su tumba! ¡Qué locura! Solo que aquella no era su tumba, no había forma de que lo fuera porque ella estaba vivita y coleando. No importaba lo que dijera la placa:
María Paula Racola

1949-2001

“Sus amados hijos y su querido esposo la recuerdan con cariño”
La recuerdan con cariño, ¡pedazo de papanatas! ¡Si ella no estaba muerta! Pateó el suelo en un atisbo de rabieta y el dolor en la uña encarnada del dedo gordo le confirmó que aún sufría los penares de la vida.

Todo empezó cuando fue a renovar su carnet de la obra social, temprano a la mañana.

––Usted está muerta, abuela ––le dijo el empleado detrás del escritorio––. No se lo puedo renovar…

––Mmm… Abuela ––se ofendió Mary. Que sus nietos le dijeran abuela, vaya y pase, pero ¿ese mal educado? ¡Qué se creía!

Salió rezongando, no podía perder tiempo con ineptos impertinentes, tenía que ir hasta el mercadito antes de volver a casa. Era el cumpleaños de Arnoldo (el querido esposo que la recordaba con cariño) y como siempre había organizado cena con todos sus amigos, total, la esclava cocinaba. Eso sí, para su cumpleaños el señor no movía ni un dedo. ¡Años sin sacarla a cenar a ningún lado! Ese Arnoldo desconsiderado, egoísta y… y… ¿Qué era lo que tenía que comprar? Crema de leche, azúcar impalpable y esencia vainilla (para hacer crema chantilly, porque eso de comprarla ya hecha era una barbaridad, una herejía, ¡puro químico! Cualquier mujer que no batiera su propia crema, no era digna de confianza.)

––Disculpe, señora ––le dijo el muchacho de la caja en el supermercado––. Va a tener que irse, está alterando a los clientes.

¿AL-TE-RAN-DO-A-LOS-CLIEN-TES? ¡Dónde se había visto semejante desfachatez! ¡La intolerancia hacia los ancianos debía acabar! ¿Por qué el gobierno no hacía algo al respecto? Está bien que ella hacía ya años que no votaba, pero aún así seguía teniendo derechos, ¿no?

Se lo dijo al empleado.

––Sí, abuela ––le respondió––, los ancianos tienen derechos, pero usted está muerta.

«Mmm… abuela», pensó Mary. Y sí, había adelgazado unos kilitos y los años no venían solos, pero de ahí a confundirla con un muerto… ¿Dónde había quedado el respeto a los mayores? Ya la tenían cansada tratándola de cadáver insepulto. Tenía que acabarse aquel disparate. Con paso decidido se olvidó de la crema y salió derechito al cementerio.

Y así volvemos al comienzo. En el lote que –siempre tan prevenidos– habían comprado con Arnoldo, había una tumba. Esa tumba, tenía un nombre. Ese nombre, era el suyo. ¡Pero ella estaba bien viva, señores! ¡No iba a tolerar semejante ultraje! ¡Iba a hacer la denuncia a la policía!

––Hay un muerto en mi tumba ––le dijo al oficial, que la observaba desde su escritorio con los labios sellados y los ojos fruncidos––, y ese muerto no soy yo. ¡Quiero denunciar usurpación de última morada!

––No puedo hacer nada por usted ––le explicó tras chequearlo en la computadora––. No podemos tomarle la denuncia a individuos sin pulso y usted lleva muerta doce años, abuela.

––¡Ja, abuela! ––rugió Mary y se dio por vencida porque estaba cansada. ¡Ni con la policía se podía contar ya! ¡Qué individuo sin pulso ni individuo sin pulso, eran unos vagos absolutos!

Volvió a su casa sin las cosas para la crema chantilly y con los pies reventados.

––¡Ay, Arnoldo! ––dijo entrando a la cocina––. ¡No sabes que mañana más larga tuve! Vas a tener que disculparme, pero este año la torta va a ser sin crema. Mejor, este año el cumpleaños va a ser sin torta. No estoy para andar cocinando, ¡no doy más de las piernas!

––¡Ay, Mary! ––exclamó el estupefacto Arnoldo, volteándose con una taza de café a medio servir en la mano––. ¡Otra vez! ¿Cuándo lo vas a entender? ¡Te moriste, Mary! ¡Te moriste! ¡Entendelo de una vez y volvéte la tumba que me estás llenando la casa de olor a muerto!

Entonces Mary… se acordó.

Ah… sí, sí estaba muerta. Arnoldo tenía razón. Muerta desde hacía tanto que a veces se olvidaba. Pero Arnoldo… Año tras año más mal educado ese Arnoldo. Si fuera al revés y él no se olvidara de su cumpleaños ni de muerto, ella estaría chocha de la vida. Pero el señor no. Siempre un quisquilloso mal agradecido.

«El próximo año» se dijo mientras volvía a su tumba, «ni me molesto. Me voy a quedar jugando a la canasta con ese monje divino que está enterrado justito abajo mío y, a Arnoldo, que salga a saludarlo su abuela».


Tres cosas, antes de dejarlos ir. Lo voy a poner en letra más chiquita así parece menos :P
1) Si la personalidad de Mary les recuerda a alguien que conocen, es mera coincidencia y PARA NADA está inspirada en mi propia abuela. ¡PARA NADA!
2) Sé que no da miedo. No pretende dar miedo. Quise hacer algo distinto, más bien bizarro que de terror y me gustó en general (pero no del todo) como quedó esto.
Además, me gusta hacer reír y son pocas las oportunidades que se me presentan de escribir cosas hilarantes.
3) Este relato tiene un background: estaba mirando las noticias alguna vez y vi a una mujer con su certificado de defunción en la mano, quejándose de que -por supuesto- ella no estaba muerta. Hasta pasaron su tumba y hablaron de su entierro. Fue una estafa, o algo mundano y feo por el estilo. Yo preferí pensar que la señora de verdad estaba muerta, pero no se acordaba. Y tuve que correr a anotar mi final alternativo, porque DEFINITIVAMENTE tenía que hacer algo con eso.
Nota al pie (?): creo que es la primera vez que escribo algo con tantos argentinismos, me resulta rarisimo leerlo.

Ahora sí, los libero. Sé que van a tener pesadillas conmigo hablando sin parar (porque, claramente, alguien que escribe tanto habla cerca del triple jaja). Tenía mucho que decir de este cuento, ¡no sean malos! :P


¡¡¡¡FELICES DOCE NOCHES DE HALLOWEEN!!!!

Y nos vemos mañana con el cierre del especial ^^

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