No iba a participar de este proyecto porque cuando ganó la votación ya tenía algo en mente, pero cuando lo publicaron pusieron consignas fijas y lo que tenía pensado ya no servía. Pero me arrepentí y participé igual :P
La consigna era escribir una escena con elementos que no tuvieran nada qué ver con el contexto habitual. Yo elegí: Una fiesta de graduación. Elementos fuera de lugar: un tractor, un biberón y un sable.
ADVERTENCIA: dado que esto fue improvisado y que la consigna se presta al disparate, no esperen una graaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaan coherencia en este relato.
De hecho, no era una certeza sino una obviedad. Allí estaba la hija del gobernador pavoneándose con una esmeralda de cien mil dólares en el cuello y la seguridad del establecimiento era de cuarta. Más que de cuarta, de quinta, sexta, de decimotercera. Ella acababa de entrar por la puerta principal con una granada de mano en la liga y una calibre treinta y dos en la pantorrilla, además, entre la multitud de adolescentes apretujados, se encontraba su compañero armado hasta los dientes, y ni siquiera los habían mirado al entrar o había sonado el detector de metales.
––Perro viejo a Mamá mono, Perro viejo a Mamá mono ––llamó su jefe por el dispositivo que llevaba en el oído. ¡Por qué tenía que gritar tanto! Tenía el maldito aparatejo incrustado en el tímpano, con un susurro bastaba para que lo oyera y tuviera migraña ocho días consecutivos––. Individuo de piernas largas acaba de colarse por la ventana del baño.
––Entendido.
––Reitero, individuo de piernas…
––¡Qué ya entendí!
––¡Vaya humor, Mamá mono!
No le respondió. Qué podía saber el maldito imbécil lo que era tener dolor de ovarios, llevar el vestido más incomodo y ajustado del mundo y estar rodeada de un centenar de adolescentes estúpidos y ricos (lo que inexorablemente los hacía aún más estúpidos), que no dejaban de empujarla y pisarla. Sin contar que estaba esperando que un maniático atacara, pero mientras la música le taladraba hasta lo más hondo de su cerebro, pensó que aquello era lo de menos. Incluso estaba de humor para un baño de sangre.
––¿Qué persona en su sano juicio permite que una mocosa lleve encima una joya tan valiosa para un baile escolar? ––Su compañero era bueno, no lo había escuchado llegar ni sabía cuánto hacía que estaba de pie a su lado––. Supongo qué Dios le da pan…
––No.
––¿No?
––No, Dios nada. El dinero hace a las personas idiotas. Los idiotas se atraen entre idiotas y engendran idiotas. Los idiotas engendrados por idiotas van por el mundo haciendo idioteces y de esas idioteces vivimos.
Él iba a responderle que era un buen argumento, pero se apagaron las luces y se cortó la música, un reflector verde iluminó el centro del escenario, hubo humo, abucheos y de repente ¡puff! Un hombre de piernas largas y galera apareció con una reverencia.
El buen Doctor Sable, siempre tan predecible. No podía vivir sin llamar la atención, ¿cómo era que todavía no lo habían atrapado? Estaba segura que bastaba con arriarlo a aplausos para meterlo tras las rejas.
––¡Damas y caballeros! ––dijo el director del instituto subiendo al escenario a los trompicones––. ¡Con ustedes…! Este… eh… ¡un mago!
El director era de otro tipo de idiotas. Era un idiota que sacaba provecho de idiotas más grandes que él fingiendo que podía enseñarles algo a los idiotas que habían engendrado.
Una sonrisa siniestra cruzó la cara del Doctor Sable, el ala de su galera le cubrió los ojos y nuestra espía supo que había llegado la hora de actuar. Se levantó la falda, tomó la granada y… ¡¿Un biberón?! ¡Por cada demonio del Averno! ¡La señora Williams iba a matarla! (Nota: a quince cuadras de distancia un pequeñín dormía en su cuna abrazado a una granada de mano). Sacó la pistola de su pantorrilla y, mientras comenzaba a disparar como loca, le hizo señas a su compañero. Plan B.
––Mamá mono a Harold, el espantapájaros ––chilló para el aparato de su oído––. ¡P-R-O-C-E-D-E!
No hubo tiempo de esperar una respuesta, el Doctor Sable se quitó la galera y con unos pases de magia (¡alakazim, alakazam!), sacó de ella… bueno, un sable, y se lanzó del escenario cercenando adolescentes a su paso, intentando alcanzar a la hija del gobernador, que no estaba impresionada porque había visto mejores magos en Las Vegas el año anterior.
––¿Me permite su joya para un truco, señorita? ––exclamó con su voz de caballero sureño al llegar junto a ella. Y la chica accedió, porque ya conocía ese truco y era di-ver-ti-dí-si-mo. Por supuesto, no esperaba que el truco del Doctor Sable fuera desaparecer con joya y todo en un ¡puff! como con el que había llegado.
––¡Mierda! ––gritó la espía mientras su compañero seguía disparando a dos manos otro poquito por las dudas (y porque lo hacía sentir macho, macho). La hija del gobernador primero rió como posesa, luego empezó a gritar histérica.
Varios comenzaban a lamentar que el Doctor Sable se hubiera marchado con su sable sin haber hecho algo al respecto con la hija del gobernador y sus chillidos, cuando hubo un gran estruendo. Un tractor verde y amarillo acababa de llegar tirando abajo una pared. Harold, el espantapájaros había llegado tarde, como siempre.
Y este fue mi relato del mes :3
Nota: el titulo es un enlace, si creen que no tiene nada qué ver con nada, háganle click xD
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