¡Hola, hola! ¿Cómo están?
Yo vengo a dejarles mi relato del mes para Adictos a la escritura :D
Honestamente, no iba a participar este mes. La consigna era "YO" y consistía en escribir un relato desde el punto de vista de un personaje del sexo opuesto al tuyo. Me gustó la idea, pero entre universidad y algunas cosas muy feas que pasaron en estos días, la inspiración no llegó. Entonces esta mañana, mis dos amigos imaginarios favoritos aparecieron en plan de "¿Cómo es eso que no sabes qué escribir? ¡Escribí sobre nosotros, mierda!" Y bueno, además de pensar que son unos mal educados, me di cuenta que sí quería escribir sobre ellos. Así que acá está:
LUZ
El día que mis mejores amigos en la vida nacieron, su padre, el mejor amigo del mío, me llevó hasta la cuna y me preguntó qué pensaba.
––Son horribles ––admití con la sinceridad matadora de mis tres años. Esos dos bultos rubios y rojos de tanto berrear, a luz de la infancia y los celos, eran la cosa más espantosa que había visto en mi corta vida. El tiempo, un sinfín de chicas que parecían salir de hasta debajo de las piedras y un diseñador famoso de alta moda, se encargaron de contradecirme.
––¿Los querrás de todas formas, verdad? ––me preguntó fingiendo largarse a llorar por mi comentario.
––Bueno ––dije por compromiso, porque a él sí lo quería mucho. No sabía si podría querer esas cosas, pero los quise y pronto fueron como mis hermanos.
Veranos eternos de aventuras y travesuras son lo único que recuerdo si en algún rapto de nostalgia me encuentro pensando en mi infancia. Veranos eternos y berrinches por triplicado cuando tenía que abandonar su casa, mi casa, para regresar con mis padres a la nuestra, que no sentía mía.
No tengo idea exactamente cuándo, en el transcurso de los dieciocho años siguientes, los sentimientos fraternales mutaron y pasé de tener dos hermanos del alma a uno y un amor imposible. Si me lo preguntan, no veo un inicio, siento que así fue desde siempre. No hay nada que indique que así haya sido, no hay nada que indique no lo fuera. Solo sé que la madrugada en la que uno de ellos entró a mi cuarto pálido como una aparición y, con la misma suavidad etérea, se deslizó a mi lado entre las sábanas, toda la culpa que la poca sinceridad sobre mis sentimientos provocaba desapareció por completo.
––¿Cuál eres? ––pregunté luego de dos noches de, en mutismo total, escabullirse para dormir a mi lado y desaparecer antes que despertara y pudiera enfrentarlo. Sabía que aquella pregunta acarrearía una respuesta violenta (por lo general, incluía patadas. Les divertía desconcertar a las personas, pero si por error los confundías era un insulto. Bastante irónico considerando que parecía no bastarles con ser idénticos, también se cortaban igual el pelo y vestían parecido). A pesar de eso, se me daba naturalmente diferenciarlos y en el fondo de mi alma sabía perfectamente quién yacía a mi lado, pero no me animaba a confiar en mis certezas.
No hubo patadas. No hubo respuesta.
––¿Qué quieres? ––insistí, frunciendo el ceño.
––A ti ––susurró con una sonrisa enterrada en la almohada. Y ya no dijo más nada.
Pasada la confusión y la emoción inicial, bullí toda la noche de rabia.
¡Los gemelos y sus putas bromas! ¿Cómo podía ser tan ingenuo?
Entré hecho una furia a su habitación por la mañana y los desperté a almohadazos. Sí, el muy desgraciado me abandonaba temprano por la mañana para volver junto a su hermano. ¿Se reirían de mi confusión antes o después de volver a dormirse? No sé cuál despertó primero, solo sé de repente el que estaba siendo masacrado a almohadazos era yo, y los gemelos desconocían el concepto de piedad cuando de torturarme se trataba.
––¡No es gracioso! ––exclamé, escupiendo plumas.
––¡Tú empezaste! ––dijo una voz desde alguna parte encima mío.
––¡No es eso!¡No es gracioso lo que están haciendo! ¡Echaré a patadas al próximo que entre a mi cuarto por la noche! ¡Quedan advertidos!
Los golpes se detuvieron para dar lugar a las risas.
––¿De qué hablas? ––dijo Mike.
––Uno de los dos, si no los dos, sabe perfectamente de qué hablo ––dije indignado.
Mike me sonrió genuinamente confundido y tiró de la cama de un almohadonazo a su hermano al grito de “Le diste muy duro, ya está delirando”. Luego de una breve pelea que no fue más que una excusa para destrozar la única almohada que quedaba sana, negaron rotundamente saber de que hablaba, y fingí olvidarlo por el resto del día porque conocía a esos dos desde la cuna y con sus tonterías me habían dicho más de lo que creían. Uno disimulaba, uno no sabía nada. Eso alimentó mis certezas y hasta me di el lujo de tener esperanza.
A pesar de la amenaza, aquella noche escuché la puerta abrirse suavemente y me incorporé de golpe haciendo que el intruso se detuviera a los pies de mi cama.
––No me eches, no es una broma ––dijo con voz grave, pareciendo más etéreo que de costumbre a la luz de la luna. Y lo sabía, me daba miedo, pero lo sabía. Abrí los brazos para recibirlo y nos fundimos en un abrazo a la vez breve y eterno.
Aquel verano lo amé y lo dejé amarme. Era lo más puro y lo más hermoso que me había pasado en la vida entera. ¿Pero cómo podía amar a alguien sin nombre? El misterio era atractivo, pero la frustración fue más grande, no importaba lo que hiciera, no importaba la confianza que intentara transmitirle, no había forma de que revelara su secreto. A duras penas conseguía que me hable, por miedo a que por un dejo o una palabra descubriera quién era. Me volvía loco. Traté de dejarlo, traté de no hablarle, pero no era tan fuerte. Incluso pensé en marcarlo, excusándome por algún rapto de pasión, para reconocerlo por la mañana, para que me confirmara lo que yo ya sabía y necesitaba oír. Pero jamás, ni en la más infinita locura y frustración lo hubiera obligado.
La última mañana de verano fue cuando, aterrado ante la perspectiva de abandonarlo para volver a la vida cotidiana, no pude contenerme. Desperté en el momento que se sentó al borde de la cama para volver a su cuarto y me aferré a su cintura.
––¿Seguirás jugando mucho tiempo más al amante fantasma? ––pregunté, besando su columna. Se estremeció, pero no respondió––. Me voy hoy, y aunque me sigan la próxima semana, en la ciudad no te será tan simple escabullirte por las noches en secreto y regresar antes del alba.
Siguió sin responder.
––En ese caso, supongo que tengo que asumir que no me quieres y no fui más que una diversión de verano.
––No oses siquiera pensar eso ––dijo más fuerte y claro de lo que me había hablado en meses, aferrando mis manos con demasiada fuerza. Casi con desesperación.
––¿Entonces?
––Me asusta ––confesó mirando el suelo.
¿Cómo podía presionarlo si tenía miedo? Tenía que decirle la verdad, de ninguna forma iba a perderlo. Besé su hombro y me detuve en su oído.
––Sé quién eres ––susurré––. ¿Crees que hubiera dejado que algo de todo esto ocurriera si no lo supiera? ¿Crees que podría amarte como te amo si no lo hiciera?
Como única respuesta, me miró a los ojos y me sonrió con esa suficiencia propia de la gente apuesta que sabe que es apuesta. Me besó fugazmente en los labios y salió por la puerta, sin creerme.
Lo dejé. Iba a hacer que me creyera antes de marcharme, o no me marcharía. Bien poco me importaba todo, tener que regresar al trabajo incluido.
Las despedidas ya no eran dramáticas como las de pequeños, aunque sospecho que lo serían de no ser porque nos las ingeniábamos para vernos casi a diario el resto del año. Abracé con cariño a su padre, a él no lo vería tanto, abracé a Mike y como siempre competimos por ver quién le daba palmadas más fuertes en la espalda al otro. Ganó, como de costumbre. Tomé aire y abracé al otro. Abracé a mi amor. Besé rápidamente su mejilla y me dirigí a su oído.
––Nos vemos en Londres, amante secreto.
Me aparté de él para ver como palidecía y su rostro se descomponía por un segundo. Entonces me miró con los ojos cargados de cariño y me sonrió radiante. Tanto que volví a abrazarlo y no dudé en besarlo.
Su hermano rompió en aplausos y él me miró a los ojos dejándome ver que por fin comprendía que jamás me había engañado. Es muy simple, es muy claro, no hay secretos ni rasgos idénticos capaces de opacar la luz que emana la persona que amas.
Acabo de ponerle el punto final, como conté arriba, 100% improvisado y a último momento, así que no estoy del todo conforme. Sobre todo porque la extensión era limitada y no pude desarrollarlo bien. Amo a estos personajes y no les hace del todo justicia lo que escribí, así que no se asombren si ven pequeñas modificaciones con el paso de las horas (lo publico ya porque se me acaba el plazo para presentarlo).
Reitero, estos niños son muy importantes para mí. Son una de mis creaciones que más amo, me acompañan desde hace años y jamás, hasta hoy, creí que iba a compartir algo sobre ellos acá. Sin embargo, el egoísmo atacó y me guardé, no solos sus descripciones, sino también sus nombres para mí. (Me salió el Basil de Dorian Gray de adentro, vieron eso de "Cuando quiero a alguien de verdad, no me gusta decir su nombre a nadie. Es como ceder una parte de él.") Dios, les hablo de mis personajes favoritos y cito a Wilde para hacerlo, me hago feliz a mí misma jaja
Primera vez que leen un relato mío no humorístico, ¡yay! Tenía que ponerme en la piel de un chico para que me brotara el romance jaja
Espero que mi inseguridad sea infundada, y les guste más que a mí :)